28 abr 2011

La noche en que Carmelita y los cielos de Punto Fijo ardieron


ADVERTENCIA

LO QUE SIGUE ES UNA INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA <<HISTORIA>>

Por medios que no puedo divulgar he obtenido copia del asiento correspondiente al Diario de Novedades del Cuerpo de Bomberos de Las Piedras de Paraguaná. Dice así:


<< Diario de Novedades.

Oficial de Guardia: Elías Bensaya Cárdenas.
Fecha : 17 de Octubre de 1958

A las 17:20 compareció a esta jefatura el ciudadano Jacinto Nieves Chirinos, vecino del Barrio Josefa Camejo y declaró que por las pringas que están cayendo actual, explotó el transformador de la esquina de la casa AZUL donde viven mujeres de la mala vida, y los que se van de noche le caen a tiros a los transformadores, y hay un cable colgando por donde pasan muchachitos. Se destacó al Distinguido Eusebio Manaure Colina, pero no pudo ir porque llegó la noticia de la caída de un rayo en la Mene Grande con el resultado de un incendio en un tanque de petróleo y solicitan colaboración. Mandamos los dos carros disponibles encontrándose que el tanque 80ELP ardía y el calor no dejaba acercarse a menos de cien metros. 




Los bomberos de la Creole tomaron el mando y ordenaron bañar los tanque de al lado que se estaban calentando. Nosotros fuéramos bañado los tanques, pero se acabó el agua apenas empezamos y tuvimos que regresar, pero había mucho tumulto de gente corriendo y llorando y no nos dejaban pasar, además estaba pringando y la única luz que había era la de la llama y Punto Fijo estaba oscuro, así que llegamos a la pila de Caja de Agua como a las 22:00 horas ya que no se podía coger para Sabino que estaba lleno de carros porque todo el mundo se iba del pueblo, entonces llenamos el carro grande y llegamos a la Mene Grande, pero el tanque seguía igual y hacía un ruido feo como para explotar, pero nos quedamos ahí y entonces vino el Capitán Barazarte, pero la gente del sindicato no lo dejó pasar porque era perezjimenista y el incendio podía ser un saboteo, y que ya estaban cerquita las elecciones y que el otro carro de los bomberos estaba haciendo campaña electoral. Entonces los americanos se arrecharon y nos pidieron que nos fuéramos para evitar peo, pero que ayudáramos a la gente que estaban abandonando Punto Fijo, pero el Prefecto nos dijo que no nos metiéramos con la gente porque eso era hacer política y entonces nos fuimos a arreglar el cable que colgaba en la casa de las putas de la Josefa Camejo, pero encontramos que todas las mujeres estaban rascadas y rezando y la mayoría se había ido para la curva de Sabino.

Nos tomamos una sola cerveza cada uno, pero recogimos el cable y cumplimos con nuestro deber y no le tuvimos miedo al incendio porque el cuerpo de Bomberos no es político. El Oficial de Guardia. Firmado Elias Benzaya Cárdenas C.I 206.009>>.

El asiento aparece suscrito al margen por firma ilegible.

El  Cuerpo de Bomberos de las Piedras de Paraguaná desapareció hace varios años, pero alguien guarda cuidadosamente sus memorias y sus Libros.



El campo de la Mene Grande ya no tiene tanques de petróleo, sino tanque de guerra repotenciados para la Guerra del Golfo.

Ya nada se quema allí, como no sean los cigarrillos en las Asambleas de los Periodistas montados sobre el pozo dejado por el rayo que ardió el 17 de Octubre, o quien sabe cuando.

Allí no hay llamaradas, solo humo blanco y hielo en cubitos.- Punto Fijo crece y ya nadie se acuerda de nada … Menos mal.

Los que no dejaban pasar ya no cuentan.

٭٭٭

Este Marcial Domingo fue un hombre corpulento que, cuando decidió casarse tuvo la infeliz ocurrencia de escoger a una adaurera cuya aparente fragilidad le hizo creer que se encontraba ante un ser tímido y escurridizo cuya mansedumbre garantizaba absoluta obediencia.

Mas de veinte años le llevó a Marcial saber que tras el cuerpo menudo y delgado de Carmelita se batía una borrasca de insumisión capaz de abatir todas las presunciones de fortaleza implícitas en sus dos metros de marido.




Apenas casados se instalaron en Punto Fijo, cuando todavía el pueblo se llamaba Sabana de Arriba, y eran tres calles que ni siquiera eran largas, sin plaza, sin iglesia y sin Comandancia de Policía ni de nada. Eso si había papel sellado un señor Hidalgo y otro Hermoso que en un abrir y cerrar de ojo, antes que usted contara 20 pesos (25 si era de esquina), lo montaban a usted en un terrenito lleno de úvedas, tunas y espinos.


Solo había que obrar rápidamente, antes de que otro tapara la calle y te dejara sin esquina, y olvidarte de estanque porque no había agua para llenarlo, y de aceras porque no había nadie que pasara. El resto era tratar de vivir o de la Compañía o de los que viven de la Compañía. Marcial decidió esto último y montó una bodeguita que en recuerdo a las vueltas que había dado, llamó “La Ronda”; después se trajo a Carmelita, que había dejado al cuido de su madre en tierras de Camunare.

Carmelita venía preñada de varios meses, mas o menos los mismos de casada, pues Marcial era de los que a fuerza de machete evitan correr riesgos de una mujer desocupada; su lema era “Barriga llena breva segura”.

Cuando llegaron a Punto Fijo la diferencia física entre ambos era ostensible, pero siguió creciendo porque Marcial fustigaba su corpulencia como queriendo hacer de ella una especie de muralla china entre su mujer y el mundo. En cambio Carmelita enflaquecía como si cada hijo se llevara un pedazo de sus precarias carnes.

A medida que la mujer perdía peso ganaba en hechizo y poder de seducción. Era en realidad una mujer bella y apetecible, la misma que a sus quince años, en las fiestas de Amaraya hizo decir a Chente Lugo: “ Al Sebo!! … yo no me caso con una mujer así …; tendré que guindarme con todo el mundo o dejar el trabajo que tengo y venirme a guaquearla todo el santo día…”

Marcial imaginaba todo eso y hubiera podido decir los mismo, pero estimó erróneamente la diferencia que había entre su tamaño y la seductora fragilidad de la adaurera. Nunca fue capaz de entender la ventaja que sobre su voz tronante tenía el suave susurro de la mujer. Creía que la obediencia al seguirlo, al ayudarlo en la bodega y al servirlo en la mesa y en la cama era el producto de su fuerza, pero se equivocaba.

A la una de la tarde mientras Marcial sesteaba, Carmelita atendía el negocio. Era la única hora de su vida en que podía ser vista; la única hora en que podía echar una fugaz mirada sobre la calle, o levantar la cara y enfrentar sin rubor la presencia de otro.

Todo el deseara verla podía inventar la necesidad de comprar algo, y allí la encontraba, bella y apetecible a pesar del mugriento delantal que el marido la obligaba levar, siempre con unos afligidos ojos claros detrás de los cuales ardía inextinguible una seducción que se negaba a morir.


Alguna vez Marcial adivinó que los compradores del mediodía lo que en realidad buscaban era emparentarse con la escondida pasión de Carmelita. Tal vez fue un sueño pero bastó que le impusiera a la mujer un régimen inhumano y despiadado : la confinó al pequeño patio encementado y le prohibió mirar a la calle, cerró la bodega durante la siesta y convirtió la casa en una isla ajena a toda amistad y todo trato. El mismo vivió aherrojado a su soledad y a su egoísmo y nunca le dio a su alma el reposo del Pastor.

Confinada a sus sueños Carmelita se hizo mas bella. Cuando cumplió 34 años era una bomba de tiempo andando por la casa. Los pechos que habían alimentado cuatro hijos a tiempo completo, permanecían firmes; su piel viva y blanca respiraba frescura ; por todos los poros se insinuaba un cuerpo alegre y terso sediento de prodigarse.

Las caderas se habían ensanchado levemente y por el vientre plano, cualquier tela bajaba pregonando un conejito de peluche importado.

Un día de Octubre explotó la bomba de tiempo que nadie imaginaba, pero no en la casa de Marcial sino en el patio de tanques de la Mene Grande.


٭٭٭

Fue 17 de Octubre de 1958, cuando los frescos vendavales de noviembre anunciaban su llegada y en la Avenida Bolívar comenzaban a ser montadas las trampajaulas para las utilidades de la Creole, la Shell y la propia Mene Grande.

Ese día había comenzado a pringar desde las cinco de la tarde  - siempre las cinco de la tarde, que es hora mágica -. Con las primeras gotas, igual que ahora, estallaron transformadores, se fundieron cables, y se fueron todas las luces, tanto las de Cadafe como las del día, porque un cielo cuajado de nubarrones convirtió en tinieblas lo que parecía una norteadita inocente.


Sobre la azarada y desprevenida población se desató entonces una tormenta eléctrica y Punto Fijo pareció atrapado por una red inmensa de destellos tronantes.

En una tormenta eléctrica nadie parece saber dónde van a caer esas quebradas luces de corrientes erráticas. Nadie sabe nada de rayos y hasta parece que ya ni las piedras de rayos existen como antes. Mas aun los rayos no caen como en otros tiempos, sino que suben desde la tierra, como debió ocurrir ese día, cuando un tanque de la Mene Grande cargado con miles de barriles de petróleo, subió hasta el cielo y le pegó a un rayo y provocó un incendio que quiero contar.

Sólo sé que, de repente, una de esas corrientes que fracturan los cielos y producen explosiones astrales, chocó con el tanque y de éste brotó una llamarada tan alta como el Cerro de Santa Ana, o tan alta como parece el cerro para las gentes de Moruy, donde todos creen tenerlo en el patio de su casa.



Así como la llamarada quemaba y descomponía las pringuitas que bajaban de cielo, así descompuso el aire, la luz y borró la prudencia y el sosiego del pequeño caserío. De repente, en la noche cerrada, todo se reducía a una llamarada que amenazaba con quemarlo todo.

Por las calles inmediatas a la Mene Grande: La hoy Avenida Rafael González, la Calle Páez y la Calle Sucre , y todas las otras desde la Jacinto Lara hasta la bajada de Carirubana, estaban pobladas de gritos y plegarias y las gentes, vacías de todo, corrían locamente hacia ninguna parte.

La llama que parecía elevarse a setenta metros, estaba presente en todas las miradas. Setenta metros son demasiado para un pueblo donde el edificio mas alto eran los quince metros de Batista Hermanos, aparentemente un metro para cada hermano.



Sobre esa llama crecía y prosperaban todos los rumores:

“ Ya el incendio se propagó a otros tanques”

“El Gobierno ha dado orden de evacuar Punto Fijo. El Incendio es incontrolable”

“La Creole está evacuando Adaro y Judibana”

En realidad la llamarada; el calor; el llanto; la confusión; y los que buscan a sus hijos son el menor cultivo para la credulidad. Miles de familias se disponen a salir de Punto Fijo hacia Pueblo Nuevo, Adicora, Santa Ana y hasta Coro o tal vez mas allá. Miles de vehículos congestionan la Curva de Sabino.

Se resigna todo aprecio por joyas, por dinero y por los enseres mas queridos. Nadie pierde tiempo cerrando puertas o asegurando escaparates y valijas. Vuelan los rumores y el miedo se multiplica.

El caos es más grave en las inmediaciones de la Mene Grande y la calle Sucre es el vórtice del huracán. Mientras algunos se resignan a morir Marcial Domingo, que es dueño de un camioncito...



...reúne a sus hijos y llama a su mujer para llevarlos al lugar que cree seguro: Las tierras de Camunare, mas allá del Cerro Santa Ana y cerca de la mar de arriba. 



Tratando de explicarse ante los muchos que le imploran una colita a cualquier parte fuera de Punto Fijo, Marcial abrazado por el miedo y por sus hijos emprende su loca carrera a las tierras de arriba sin percatarse que su mujer no ha logrado salir de la casa todavía.

Entre tanto Carmelita está tratando de ordenar su propia mente. Se ha desvanecido la línea que la separaba de la calle y ya las cuatro paredes no tienen ningún sentido. Ha sido sorprendida pero no abatida, ni siquiera llora la ausencia de los suyos. 




Está desnuda porque había entrado a bañarse cuando comenzó la tormenta y apenas ha tenido tiempo de cubrir el espejo del baño y alejarse del tubo por donde puede salir la muerte.

Cuando se dispone a salir se produce la explosión y ve un cielo que arde inmóvil sobre la tierra.  Todo parece destinado a quemarse; ve la llama por encima de las paredes del patio y corre desnuda hasta la habitación donde ha dejado su ropa, pero ya no hay nadie en casa y siente que también la ropa que le había sido impuesta se ha ido con ellos.

Una sensación de bienestar asociado al miedo invade su ánimo. Se asoma desnuda a la puerta, por la calle pasan indiferentes a su desnudez, gentes vestidas de cualquier forma, gentes que no conoce, pero que son su nueva y única compañía. Hubiera podido tomar cualquier ropa, cualquier bata y cubrirse a medias, pero decide que se trata de una ceremonia antigua y que su cuerpo es parte del Tributo que se rinde a la vida; que ha vivido mucho tiempo lejos del calor de otros seres; de las miradas y de las voces humanas. Sale desnuda y se dirige a la Plaza el Obrero alguien trata de cubrirla con una manta que ella rechaza suavemente.




Carmelita ya no tiene miedo al fuego ni a la lluvia. Bendice a los cielos y al tanque de la Mene Grande, y al rayo, y a la noche que le permiten ir desnuda y unida para siempre a unos seres humanos que buscan una salvación que ella ha logrado.

Sobre la madrugada, el frío y el amor traen sobre Carmelita un lienzo azul para abrigar la vida.

En el Caserío de Punto Fijo, la paz y el sosiego y la esperanza crecen sobre el humito de un tanque que se apaga.

Pedro Gamboa.